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Cáncer de piel no melanoma

El cáncer de piel es el más frecuente de todos los cánceres.  En la mayoría de los casos, su aparición se debe  a la radiación ultravioleta, procedente sobre todo de la exposición al sol.

Pueden ser de origen melanocítico, como el melanoma, el más peligroso de todos,  y de origen no melanocítico, como los carcinomas basocelulares y espinocelulares.

El factor desencadenante del melanoma es el sol tomado de forma intensa pero intermitente en los primeros años de vida, siendo factor pronóstico en esta primera época de la vida la educación de nuestro sistema inmunológico, fundamental para la prevención de procesos cancerígenos en la edad adulta. También constituye un factor de riesgo el tener antecedentes familiares de melanoma, así como un fototipo más bajo de piel.

Se puede prevenir con la fotoprotección adecuada y acudiendo a especialistas expertos en dermatoscopia para la detección precoz de la enfermedad. Con esta técnica se evalúa y monitoriza la imagen macroscópica y microscópica del lunar, estudiando bordes, diámetro, color, simetría y patrones dermoscópicos específicos.

El tratamiento es siempre quirúrgico. En algunos casos avanzados y metastáticos puede ser quimioterapéutico. Un novedoso tratamiento se desarrolla con medicamentos biológicos, que actúan específicamente contra dianas celulares que modifican el comportamiento molecular.

Para el carcinoma basocelular y el espinocelular  existen opciones terapéuticas como la crioterapia, TFD, la cirugía convencional y determinados tópicos, de reciente descubrimiento, que producen una destrucción completa del tumor.
Se previenen evitando el sol, con una fotoprotección de factor superior a 30 y evitando las cabinas de bronceado. El paciente debe controlar y procurar una autoevaluación de sus lunares. Asimismo se recomiendan visitas periódicas al especialista y no exponer nunca a la radiación solar a bebés y niños de corta edad.